La gran estafa?

Empezar en una nueva y creciente empresa digital es el sueño de muchos, buen salario, oportunidad de trabajo remota y un sinfín de beneficios pero ¿Qué pasa cuando todo era una mentira?
Se llamaba Madbird y su dinámico e inspirador jefe, Ali Ayad, quería que todos los asistentes a la convocatoria fueran ambiciosos buscavidas, como él.
Madbird contrató a más de 50 personas. La mayoría trabajaba en ventas, algunos en diseño y otros fueron contratados para supervisar. Todos los nuevos empleados tenían instrucciones de trabajar desde casa, enviando mensajes por correo electrónico y hablando con los demás a través de Zoom.
Las jornadas eran a menudo largas. Jordan Carter, de Suffolk, que entonces tenía 26 años, fue uno de los miembros más trabajadores del equipo de ventas de Chris. En cinco meses, presentó Madbird a 10,000 posibles clientes empresariales, con la esperanza de conseguir acuerdos para rediseñar sitios web o crear aplicaciones. En enero de 2021, su ética de trabajo le valió el título de Empleado del Mes.
El departamento de recursos humanos de Madbird, deseoso de acceder a un mercado global, publicó en Internet anuncios de empleo para un equipo de ventas internacional con sede en Dubai. Se contrató al menos a una docena de personas de Uganda, India, Sudáfrica, Filipinas y otros países.
Para ellos, el trabajo representaba algo más que un cheque de pago: también un visado para el Reino Unido. Si superaban el periodo de prueba de seis meses y cumplían sus objetivos de ventas, sus contratos decían que Madbird les patrocinaría para trasladarse al Reino Unido.
Ali Ayad sabía lo que podía significar hacer una nueva vida en el Reino Unido. A menudo hablaba con el personal de Madbird sobre su pasado antes de instalarse en Londres. Pero había muchas versiones de su historia. Para una persona se presentó como mormón, de Utah, en Estados Unidos. Para otros, era del Líbano, donde una infancia difícil le había enseñado a ser un buscavidas. Incluso su nombre cambiaba. A veces añadía una segunda «y» a su apellido, escribiéndolo «Ayyad». Otras veces firmaba como «Alex Ayd».
Pero algunos capítulos de la historia que contaba a la gente eran coherentes. La clave -sobre todo- fue el tiempo que pasó cómo diseñador creativo en Nike. Contaba a todo el mundo que trabajaba en la sede de la marca de moda en Oregón, Estados Unidos. Allí conoció a Dave Stanfield, cofundador de Madbird.
Durante meses, el día a día de Madbird siguió su curso, se contrataron mas diseñadores para hacer frente a la acumulación de encargos que negociaba el equipo de ventas.
Pero incluso antes de que se revelara la verdad sobre Madbird, sus trabajadores tenían un problema. Debido a la forma inusual en que se habían redactado sus contratos, aún no habían cobrado.
Todos habían acordado trabajar a comisión durante los primeros seis meses. Hasta que no superaran el periodo de prueba, no recibirían un salario, de unas 35.000 libras (47.300 dólares) para la mayoría. Hasta entonces, sólo ganarían un porcentaje de cada operación que negociaran. Todos eran jóvenes adultos que buscaban trabajo y vivían una pandemia. Muchos pensaron que no tenían mas remedio que aceptar las condiciones de sus contratos.
Pero nunca se cerró ningún trato. En febrero de 2021, no se había firmado ni un solo contrato con un cliente. Ninguno de los empleados de Madbird había cobrado un céntimo.
Algunos contratados acabaron marchándose a las pocas semanas, pero muchos se quedaron. Muchos llevaban casi seis meses allí, obligados a pedir tarjetas de crédito y a pedir dinero prestado a la familia para poder pagar las facturas.
Cuanto más tiempo se trabajaba en Madbird, más difícil era dejarlo. ¿Y si uno de los grandes negocios en los que habías estado trabajando se cerraba la semana siguiente? No tenía sentido dimitir justo cuando estabas a punto de terminar tu periodo de prueba. Para muchos, un salario parecía estar al alcance de la mano. Además, en plena pandemia, era difícil encontrar trabajo.
Ahora es obvio por qué no se pagó a nadie. A Madbird no le entraba dinero. Pero eso no era obvio para el nuevo personal. Suponían erróneamente que sus contratos de trabajo eran únicos y que sus jefes de línea debían cobrar un sueldo. Además, Madbird estaba a punto de firmar un montón de contratos. Por fin llegaba el dinero.
O eso es lo que parecía hasta que una tarde todo se desmoronó.
Gemma Brett, una diseñadora de 27 años del oeste de Londres, llevaba sólo dos semanas trabajando en Madbird cuando vio algo extraño. Curiosa por saber cómo sería su viaje al trabajo cuando la pandemia terminara, buscó la dirección de la oficina de la empresa. El resultado no se parecía en nada a los vídeos de la página web de Madbird, que mostraban un elegante espacio de trabajo repleto de creativos. En su lugar, Google Street View mostraba un bloque de pisos de lujo en el barrio londinense de Kensington.
Gemma se puso en contacto con un agente inmobiliario que tenía un anuncio en la misma dirección y le confirmó su sospecha: el edificio era puramente residencial. Mas tarde lo corroboramos hablando con alguien que había trabajado en el edificio durante años. Nunca habían visto a Ali Ayad. El bloque de pisos no era la sede mundial de una empresa de diseño llamada Madbird.
Al menos seis de los empleados más veteranos perfilados por Madbird eran falsos. Sus identidades se confeccionaron utilizando fotos robadas de rincones aleatorios de Internet y nombres inventados. Entre ellos se encontraba el cofundador de Madbird, Dave Stanfield, a pesar de tener un perfil en LinkedIn y de que Ali se refería a él constantemente. Algunos de los empleados engañados habían recibido incluso correos electrónicos de él. Ali dijo a uno de los empleados que si querían ponerse en contacto con el Sr. Stanfield debían enviarle un correo electrónico, porque estaba demasiado ocupado con proyectos para Nike como para responder a una llamada.
Gracias a la tecnología de reconocimiento facial, se pudo relacionar el retrato de Dave Stanfield con su verdadero propietario, un fabricante de colmenas de Praga llamado Michal Kalis. Cuando localizamos a Michal, nos confirmó que nunca había oído hablar de Madbird, Ali Ayad o Dave Stanfield.
Otros eran aún más descabellados. Un diseñador gráfico, un director de crecimiento de marca y un director de marketing de Madbird resultaron ser en realidad fotos de un médico libanés, un actor español y una influencer de moda italiana. Todas sus fotos habían sido robadas para crear identidades falsas.
BBC se puso en contacto con las 42 marcas que Madbird había incluido como antiguos clientes, entre ellas Nike, Tate y Toni & Guy. Ninguna de las que respondieron había trabajado nunca con Madbird.
Los antiguos trabajadores de Madbird estaban destrozados. Algunos habían pasado hasta seis meses trabajando sin cobrar. Ahora estaban sin trabajo en medio de una pandemia, y les costaba incluso describir lo que les acababa de ocurrir.
El director de ventas Chris Doocey había acumulado una deuda de 10.000 libras en su tarjeta de crédito para pagar sus facturas mensuales mientras esperaba su primer cheque de pago.
Stephie Nkoy-Nyama, del este de Londres, había dejado un buen trabajo para unirse a Madbird. Su última empresa la había mantenido durante la pandemia, aunque dejara marchar a otros. Se sintió presionada por Ali para que dejara ese trabajo y se uniera a su empresa. «Nos tomó por tontos».
Muchos se sintieron avergonzados por haberse visto envueltos en ella. Algunos esperaron días e incluso semanas antes de contar la verdad a sus amigos y familiares. Y para otros, la historia era difícil de explicar, y siempre se encontraba con preguntas a las que ninguno de los empleados engañados tenía respuesta.
Tres ex trabajadores denunciaron a Madbird ante un tribunal de trabajo, argumentando que al menos debían recibir el salario mínimo por el tiempo que pasaron allí. Ali no respondió al tribunal a tiempo, por lo que un juez ordenó que el trío recibiera 19.000 libras de salario en total. Ali recurrió la decisión, que el tribunal confirmó. Ahora vuelve a apelar.